POSTVERDAD EN EL MACHISMO

Uno de mis alumnos de 1º de ESO contestó con este párrafo en la asignatura "menor" de Valores Éticos cuando se le pidió describir un ejemplo de esclavitud en el siglo XXI:
“Yo creo que un ejemplo es “ama de casa” porque es un trabajo que no tiene horario, se hacen muchas cosas durante el día y la noche, ejemplo: limpiar la casa, cocinar, comprar, cuidarnos cuando estamos enfermos día y noche…etc, y no se recibe ningún dinero por todos esos trabajos”.
En mis clases diarias, los debates son interesantísimos. Desde el machismo al feminismo, pasando por la esencia de ser persona y la dignidad de los seres humanos. Cada día, tengo el privilegio de recorrer los principales temas que pueden contribuir a formar un pensamiento crítico en mentes preadolescentes de chavales y chavalas de 12 y 13 años.
Tengo la enorme responsabilidad de no caer en dogmatismos ni en adoctrinamientos, pero gracias a mi extensa experiencia en muchas aulas a lo largo de los años creo que lo voy consiguiendo.
Siempre es enriquecedor conocer su punto de vista cuando su profe habla de las relaciones entre mujeres y los hombres.
Ellos y ellas son los hijos e hijas de un mundo digital vertiginoso, donde en las casas ya no existe solamente una brecha generacional, sino un abismo tecnológico. A menudo, la visión que les mostramos desde el mundo educativo, intentando educar en igualdad, les confunde sobremanera. Pero luego lo entienden y lo captan. Son personitas "pequeñas" en edad, pero no "tontas".
Por eso, no me sorprendió la respuesta de mi alumno, aunque sí me llamó la atención su precisión.
Personalmente, estoy descubriendo a pasos agigantados, en carne propia, la mentira machista que disimulada de postverdad progresista no ha dejado de infravalorar nuestra condición de mujeres.
Creo que yo siempre he sido feminista en mi forma de pensar y actuar. Sin ser consciente de ello, he desarrollado mi carrera y mi vida de forma independiente y luchadora. No me casé, temiéndome la realidad de la pareja con la que iba a tener a mi primera hija, pero opté por formar una familia. Y pasé a ejercer de golpe y sin anestesia, sin formación por parte de "la empresa doméstica", de doble trabajadora, como millones de mujeres.  "Realizándonos" como personas, nos cargamos de trabajo extra en la casa y con los hijos e hijas, trabajo que nunca es reconocido ni mucho menos remunerado, y sin embargo sin el cual, la sociedad colapsaría de inmediato.
El modelo patriarcal de la "mantenida por el trabajo del padre y marido" sigue tan vigente que asusta. La gente de a pie lo tiene asumido. Hombres y mujeres. A ellos, los padres y maridos, no les hace falta la lucha. Tan sólo han comenzado a rabiar y a defenderse del empuje social de la corriente de igualdad, porque les cuestiona sus privilegios.  Malas noticias para los que no lo vean: quieran o no, la justicia social entre los sexos va avanzando sin freno en las sociedades postindustriales del presente siglo. Pero aún queda mucho por hacer.
Y lo que ven mis alumnos y alumnas en sus casas es "más de lo mismo" que lo que veía yo en la mía hace 50 años.
Esto es tristísimo. Y totalmente real. Es lo que les confunde. Eso sí, se lo están empezando a replantear, y esta generación de chicos ya no irá de "sobrada" y tan segura de sí misma, como la anterior. Así que, ninguna lucha es inútil.
Mi trabajo es ayudar a mis alumnos y alumnas y también a sus padres cuando vienen a pedirme consejo, a romper con este círculo vicioso endemoniado en el que nos hemos situado: "no te quejes, que ya hay igualdad legal y puedes trabajar fuera de casa, así que, si estás agobiada, aguántate que tú te lo has buscado".
Yo estoy muy orgullosa todos los días de contribuir a terminar con ese pensamiento heteropatriarcal. Esa es mi pequeña victoria. O grande. Quién sabe.

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